Érase una  vez una niña muy pequeñita, que vivía en un bosque encantado, el bosque era un lugar precioso, fascinante, lleno de misterios, y la niñita vivía con su familia en una humilde casa en el medio del bosque. Parecía en apariencia feliz, pero cuando se cerraban las puertas de casa, sucedían verdaderas atrocidades, la madre, que era una madrastra, pegaba a la niñita sin razón aparente; la hermanita, que era más pequeña, se  escondía para que no le llegaran los palos a ella, y el padre era un hombre de campo huraño, que estaba todo el tiempo fuera y cuando llegaba a casa estaba siempre gruñendo y enfadado.

En realidad, esta niñita no pertenecía a esa familia, aunque ella creía que sí, pero lo cierto es que cuando su madre la dio a luz, una bruja, celosa de la felicidad de su madre, se la arrebató y colocó a la niñita en esa familia fría, insensible, cruel,… La niñita creció con mucho miedo. Miedo a ser mala porque la pegaban, a disfrutar porque a su madrastra no le gustaba que disfrutara, y a expresarse porque su padre la ordenaba que se callara y no dijera tonterías.

Pasó el tiempo, y la niñita creció, era casi adolescente, y tenía que ir al pueblo cercano si quería seguir estudiando y poder tener un futuro diferente al que parecía le deparaba el destino. La niñita recogió las pocas cosas que tenía en un trocito de tela, lo ató a un palo y se marchó de casa, sola, nadie se ocupó de llevarla al pueblo, o de ir a visitarla cuando iban a hacer compras para la semana, la joven lloraba por las noches, echaba de menos a su familia, no eran buenos, pero era lo único que la joven conocía. De vez en cuando, la joven iba a visitarlos, pero nadie se ponía especialmente contento de verla, enseguida le ordenaban hacer cosas, y seguían con su rutina como si no hubiera llegado, ni nada especial hubiera ocurrido.  Su hermanita había crecido, pero como no era su verdadera hermana, no tenían mucha conexión, ni química, así es que cada una hacía su vida.

La joven se sentía muy triste y sola; estaba en medio del bosque y no tenía comunicación, ni cariño, ni intimidad con nadie, pensaba, ¿por qué le habría hecho esa putada la bruja…? Ella era muy joven y no entendía nada, así es que se esforzaba por encajar en una familia a la que no pertenecía. Hacía esfuerzos, pero definitivamente eran muy diferentes, así es que la joven se aislaba más y más en sus fantasías, en sus libros, con las flores, con lo que fuera,  con tal de no estar con “su familia”…

La madrastra era una mujer muy dura, y cada vez que podía, la machaba su autoestima, le decía que no sabía hacer nada, que no valía para nada,  y que era una inútil…su “hermana” sin embargo parecía que sí hacía las cosas bien, que sí encajaba más, que era más lista y se desenvolvía mejor, tenía más gracia y mantenía la cabaña reluciente con poco esfuerzo, eso le hacía sentirse peor aún a la joven. Cuando pasaba un tiempo, de nuevo cogía sus pequeñas pertenencias, las ponía en el palo, y se iba sola, triste, porque nadie salía a despedirse, ni notaban que se iba, era como sino hubiera llegado, y como sino se fuera por tanto.

La joven creció, se convirtió en una adolescente muy bella, pero muy acomplejada, le había dicho que era fea, tonta, indigna de ser amada, y ella se lo había creído.

Seguía yendo a la cabaña de vez en cuando, aunque no le gustaba,  era un sitio oscuro, sombrío, frío, triste, la gente gruñía y discutía, pero no tenía donde ir, así es que evitaba lo más posible ir. Cuando no le quedaba más remedio iba y estaba muy triste.

Pero su “hermana” también creció, y se fue a vivir al pueblo con ella para poder estudiar, su “hermana” estaba muy triste, no le gustaba distanciarse de la cabaña, y la adolescente pasó a tener dos problemas: 1) ocuparse de ella, de su baja autoestima, y de todas sus necesidades de amor no cubiertas y 2) ocuparse de su hermana, porque no paraba de llorar y estaba muy triste por haber dejado atrás la cabaña… la adolescente sobrevivió como pudo, vivían en una choza y se tenían que buscar la vida, nadie se ocupaba de ellas, como mucho le hacían la comida de vez en cuando, así es que se encontraba realmente desesperada, porque no veía salida a su situación. La única opción era que llegara un príncipe y la salvara de toda esa penuria, la sacara de la choza, de su familia adoptiva, y se la llevara con él.

Por el pueblo pasaron varios príncipes que resultaron ser sapos, ella se hacía ilusiones de que alguno la sacaría, pero en realidad ellos no podían, eran sapos que vivían en la charca de al lado.

La adolescente se convirtió en una mujer madura con mucha amargura, y triste por haber estado en la aldea toda su vida, y el peso que eso tenía sobre ella. Un día llorando a la orilla del río, lamentándose por su situación y por su mala fortuna, apareció un Hada buena, el Hada se apiadó de ella al verla tan triste, y le propuse dejar esa aldea y marcharse con ella a un sitio de Luz donde gobernaba el Amor, y las personas podían expresar sus Sentimientos. La mujer aceptó de inmediato, era lo mejor que le había pasado en su vida, así es que dijo que sí, pero el Hada buena le dijo que si quería entrar en esa aldea de Amor y Sensibilidad tenía que recorrer un Camino, un Camino en el que se encontraría retos, dificultades, a veces se sentiría exhausta, otras feliz, otras veces lloraría mucho, otras  se sentiría frustrada, pero el final compensaría. La mujer lo pensó un poco más, no era tan sencillo como ella había pensado en un principio, pero parecía que el esfuerzo merecería la pena; además miró hacia atrás y vio que no había otra opción mejor, así es que decidió aceptar el reto.

Lo que tenía que hacer, era dejar atrás a su “familia”, ella pensó que sería fácil, porque nunca les había tenido, pero resultó complicado, porque tan pronto fue iniciar el camino, apareció su madrastra y su hermanastra, diciéndole que si se iba, ellas enfermarían, que no serían felices, que les haría mucho daño, y que no podía hacer eso. Porque si lo hacía, sería una mala hija, y no se merecería entrar en la aldea del Corazón. La mujer vaciló, y si tenían razón…? Quizá debía quedarse en la cabaña cuidando de la madrastra, y de su hermanastra,  como hacen “las buenas hijas…” quizá era una egoísta por querer hacer el su Camino hacia la aldea del Corazón, así es que la mujer dudó por un momento, era una decisión difícil, y tenía que tomarla ella, y con premura, sino el Hada se iría, y no podría volver a encontrar el Camino por ella misma. Así es que la mujer se dejó sentir, sintió que la estaban engañando, que era una estrategia para salirse con la suya, y que si se quedaba se reirían de ella por lo bajini, y volverían a las andadas, que en realidad no miraban por su bien, sólo por sus intereses, y que eran unas comodonas y unas envidiosas, que no querían que nadie tuviese una oportunidad y saliera de allí. Recordó las veces que se iba de la cabaña a la aldea y cómo pasaron de ella, la de veces que les había necesitado y lo sola que se había sentido, y cómo pasaron de ella… así es que las perdonó, no quería llevarse el rencor con ella, al fin y al cabo no habían conocido otra cosa, pero decidió marcharse, se merecía otra vida, que no fuera estar llorando a la orilla del rio continuamente, ya sabía que no vendría ningún príncipe a recogerla, porque los príncipes  habían dejado de existir hace muchos años, se lo dijo el Hada buena, así es que esa era su única oportunidad, y decidió seguir adelante y no mirar hacia atrás, para que no le quitaran fuerza.

Como la voluntad y la fuerza de hacer el Camino salió de ella, una vez que lo empezó el Hada buena le confesó que aunque el Camino lo tendría que hacer sola, ella estaría allí siempre que pidiera auxilio para ayudarla, y le confesó también que su hermanastra y  su madrastra estarían bien sin ella, siempre se las habían apañado y seguirían haciéndolo. Y si su madrastra enfermaba y se hacía mayor, no estaría sola, porque siempre habría otros familiares cercanos a la cabaña que estarían dispuestos a ayudar y les gustaría hacerlo.

La mujer vio cómo los pájaros empezaron a cantar, el sol brillaba, y corría una agradable brisa primaveral que celebraba la importante y buena decisión que había tomado la mujer. Ahora su reto era seguir adelante, dejando atrás la aldea y la cabaña, y tener el coraje para sentir lo que viniera. Pero no estaba sola, esta vez le acompañaba el Hada buena, y una Luz que parecía provenir de un lugar muy especial…